Tu nombre era Silvia, tras María, que es el mismo nombre que ostento yo y tu hija -mi tía-. Tengo además de eso, tus rizos, tus piernas regordetas, la cara redonda y la impulsividad de la palabra.
Me enseñaste a contar hasta diez, y hasta diez cuento para entender. Me basta para entender que nuestras distancias cabían, pese a todo, en una escala ordinal pequeña:
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
viernes, agosto 29, 2014
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