domingo, julio 29, 2007

Que dios le bendiga, a algunos se nos arranca el alma de tanto estornudar

miércoles, julio 04, 2007

Cuando tenía nueve años acampé por primera vez. No negaré el miedo que me daba el morir consumida por algún animalillo desconocido por la ciencia, pero si es que hubo alguna razón para ir, esa era el que lo helada del agua podría justificar, por algunos días, mi enemistad (característica de la edad) con la ducha.
Después de un día de largo viaje, llegó la hora de dormir. Entré a mi saco y, con los ojos muy abiertos, atenta, esperé el juicio final.
De pronto, un sonido extraño se apoderó del silencio, comencé a sudar helado y apretar los dientes, pero el sonido no cedía, no paraba, no paraba...
Con susto, desperté a mi papá y le pregunté: "¿qué es ese ruido?"; él, aun medio dormido, me dijo "es el río".
Creo que en ese momento recién tuve noción de dónde estaba. Me puse contenta, en realidad quería agarrar el sonido y llevármelo a mi casa, pero lo escuché, lo inhalé, lo abracé, lo dibujé y lo dejé ahí.